La mejor manera de acceder al barrio de Mala Strana desde la Ciudad Vieja es cruzando el Moldava por el puente de Carlos IV.
A ese lado del puente nos encontramos la monumental escultura del emperador Carlos IV y las fachadas de tres edificios que delimitan la llamada Plaza de los Cruzados de la Estrella Roja: la iglesia de San Francisco, la iglesia de San Salvador, y el Klementinum.
El puente es sin duda uno de los emblemas de la ciudad y empieza en la torre del puente (foto superior izquierda), desde el balcón de esta torre se puede apreciar como el constructor Peter Parler trazó sus curvas para obstaculizar a los invasores.
A lo largo del puente de Carlos IV hay una buena panorámica de la ciudad y pueden verse el conjunto de 30 estatuas que se añadieron a partir de 1683 y es fácil encontrarse con diversos artistas amenizando el paseo... y con algún que otro ratero en busca de despistados a los que robarles las carteras, ya que la afluencia de turistas es masiva.
Ya desde el puente puede observarse al fondo los barrocos picos del campanario de la Iglesia de San Nicolás, ubicada en la plaza pricnipal de este barrio.
Hoy apenas quedan edificios románicos y góticos en Malá Strana debido a las numerosas inundaciones, incendios y guerras que han obligado a reconstruir la orilla izquierda en multitud de ocasiones. Durante el reinado de los Habsburgo retomó su esplendor gracias a la construcción de palacios barrocos que más tarde quedaron en ruinas al ser abandonados.
Es una zona por la que pasear con calma y disfrutar de sus cafés y parques.
Desde la plaza principal de Malá Strana podremos coger el trambia con dirección al Castillo, la última zona que nos falta por conocer de la ciudad.
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