El primer día precintamos las mochilas y salimos del aeropuerto de Manises, en Valencia, con dirección a Stansted, en Londres, para enlazar con el vuelo que nos llevaría a Keflavik. Del aeropuerto cogimos un taxi a Njardvik, población que está muy cerca y tiene el albergue donde íbamos a pasar las primeras noches, ya que es un buen lugar para establecer el campamento base y salir y volver en el día.
Tengo que hacer mención al taxista que nos llevó, que al decirle que eramos españoles, no dudo en poner en el CD de su coche una versión de la canción de Valencia y chapurrearnos unas palabras en nuestro idioma, se ve que había vivido en Alicante durante 5 años...
Este albergue en Njardvik no es de los mejores y al principio se muestran un poco hoscos, esto será general en todo el país, de primeras el islandés suele ser frío y distante aunque educado.
Lo primero que veremos al entrar en los albergues es que la gente deja el calzado en la entrada, lógico si se piensa en las largas temporadas con nieve que tienen que soportar, es una buena manera de no dejarlo todo lleno de barro.
Todos los que por primera vez abrimos un grifo de agua caliente allí debemos de poner las mismas caras, ya que el olor a azufre tan fuerte, próximo al del huevo podrido, nos da en las narices con fuerza. Esto es así porque extraen el agua caliente directamente del suelo, no utilizan nada para calentarla puesto que ya se encarga la tierra con su actividad geotérmica.Contrasta con la alta calidad y el buen sabor del agua fría, ya que proviene de ríos de deshielo de glaciares.
En el pueblo hay poco para hacer, aunque si no te importa gastarte unos 30 € en dos cañas y dos dobles de cerveza, puedes ir al pub y de paso ver un partido de fútbol en la tele o echar una partida de dardos. El Islandés se vuelve loco por la cerveza, sobre todo desde que se quitó la prohibición en el año 1989, aunque no venden alcohol en supermercados y habrá que ir a buscarlos a licorerias... cuando veamos los precios se nos quitarán las ganas de un cubata.
Otra opción más barata es pasear por la bahía, ver las casitas con el techo cubierto de césped y disfrutar de las vistas.
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