Cuando nos levantamos por la mañana nos encontramos todo totalmente nevado. Habíamos llegado con un tiempo relativamente bueno pero durante la noche y por la mañana no dejó de nevar.
Después de llenar el depósito de gasolina en la misma granja cogimos rumbo a Detifoss.
El parking está en alto y hay que caminar cuesta abajo por un trayecto corto hasta la catarata más caudalosa de Europa.
Mueve unos 500 metros cúbicos por segundo (ya os dije que es un país de “mases”: la más caudalosa, la más alta, el más grande…)
Aquí también se cumple la máxima de andar con cuidado si no quiere caerse uno al vacío a mas de 44 metros, máxime si está todo nevado y hay más posibilidades de resbalar.
El contraste de la piedra negra con la nieve, la velocidad que lleva el agua y el cañón Jökulsarglijufur por el que al fondo transcurre el río es una imagen difícil de olvidar.
Desde Detifoss fuimos dirección Husavik.
Antes de llegar vimos un mercado de ganado y paramos a verlo.
Húsavik es un pueblo 100 % pesquero y allí tendremos la opción de coger un barco para el avistamiento de ballenas.
Nosotros lo intentamos aunque sabíamos que estábamos a final de temporada y había pocas posibilidades. Sólo vimos delfines y el viaje fue movido debido al empeoramiento del tiempo y aunque nos pusimos unos chaquetones muy gruesos que nos dejaron en el barco encima de nuestra ropa, hacía muchísimo frio. En temporada dicen que es fácil verlas y bordeando la costa podrán observarse frailecillos. En este viaje cruzamos el paralelo 66 grados norte, que es la latitud que delimita el círculo polar y da nombre a la famosa marca islandesa de ropa de abrigo 66 °North. Este pueblo también tiene otra cosa típica y curiosa: el museo del falo…. Me ahorraré los detalles!!!
A la salida de Húsavik a mano izquierda en la carretera podremos parar para ver un río que está a bastante temperatura.
Llegados a Reykjalid teníamos que buscar el alojamiento y fuimos a buscar a la mujer que cuidaba el sitio a su casa. Ella nos llevó a unas casetas en medio del campo (que estaban abiertas, como muchas viviendas ya que no hay robos).
Puede uno imaginarse que se siente si lo primero que ves al salir fuera es lo de la foto…el cráter del volcán Ketildyngja.
En Reykjalid volvimos a disfrutar de un atardecer en agua caliente, con unas piscinas naturales de agua termal al aire libre. Esa tarde también nevó pero dentro del agua no se notaba el frío.
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